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EL ÚLTIMO LIBERAL

Los presupuestos del grupo salvaje

«Hay recortes a asociaciones que organizan manifestaciones contra Mazón y que, paradójicamente, el PP ha venido financiando con generosidad»

El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, en una comparecencia institucional este lunes EP
Fernando Llopis

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En la película 'El grupo salvaje', la caminata más famosa de la historia del cine comienza con una sola palabra: «¡Vamos!». La pronuncia Pike, el jefe de una banda que, tras un atraco, ha abandonado a uno de sus compañeros. Intentan olvidarlo entre alcohol y prostitutas, pero, al final, el código de honor que aún conservan les obliga a tratar de rescatarlo, aunque ello suponga su propia muerte. Ese último acto de valor probablemente se deba también a que estos hombres ya no encuentran su lugar en el mundo actual y permanecen anclados en el pasado.

El pasado es lo que es, pero no se puede volver a él. Si tienes responsabilidades de gobierno, debes pensar en el presente y el futuro de aquellos que dependen de ti. Por eso, tenía intención de escribir este artículo animando al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, a llevar los presupuestos a las Corts, en lugar de quedarse atrapado en la melancolía de los tiempos previos al 29-O o bloqueado ante las manifestaciones y escraches que la izquierda le organiza casi a diario. No ha sido necesario: el propio Mazón ha anunciado que ha llegado a un acuerdo con Vox para aprobarlos en breve.

Parecía evidente que el único grupo de las Corts que podía respaldar el proyecto de presupuestos era Vox, ya que la izquierda había descartado cualquier posibilidad de negociación. Entre no tener presupuestos y aceptar algunas de las propuestas de Vox, me quedo con la segunda opción. Los votantes y simpatizantes del PartidoPopular tienen que asumir que esto es lo que ocurre en nuestro modelo democrático cuando no se cuenta con mayoría absoluta y los demás partidos levantan un muro y te dejan al otro lado.

Las exigencias de Vox que el PP ha tenido que aceptar se centran en la inmigración ilegal y la agenda verde europea. Sobre el primer punto, es innegable que muchos ciudadanos están hartos de que los gobernantes, en su afán por quedar bien, no sean conscientes de los problemas que genera la inmigración ilegal, incompatible en muchos casos con nuestro modelo de vida. No es casualidad que este tema se haya convertido en la tercera preocupación de los españoles, sin que desde el Gobierno central se vislumbre una actuación clara al respecto. En cuanto a la agenda verde europea, la confusión es cada vez mayor: ya no sabemos cuál será la de 2025 ni la de 2026, debido a los continuos vaivenes de unos dirigentes que parecen más preocupados por imponer medidas arbitrarias que por garantizar la sostenibilidad económica del continente. Además, entre las propuestas aceptadas por el PP, también se incluyen recortes a ciertas asociaciones que organizan manifestaciones contra Mazón y que, paradójicamente, el PP ha venido financiando con generosidad.

Como era de esperar, tras el acuerdo, la izquierda valenciana se ha rasgado las vestiduras como si fueran el Montoya de La isla de las tentaciones, en un gesto dramático que parece más espectáculo que reflexión seria. Personalmente, me ha molestado bastante esta reacción. Puedo entender que algunos votantes «woke» del Partido Popular puedan sentirse incómodos con el pacto, pero resulta difícil comprender la indignación de la misma izquierda que ha respaldado el acuerdo con Junts para delegar las competencias de inmigración en el Gobierno catalán. Si comparamos ambos pactos, las propuestas de PP y Vox parecen casi el manifiesto de Open Arms.

La preocupación de la izquierda por la agenda verde tampoco resulta muy coherente si consideramos que una de sus grandes referentes, la exministra socialista Teresa Ribera, férrea opositora de la energía nuclear en España, ahora la financia en Bélgica; solo le falta lucir una pegatina de «Nuclear hoy, solar mañana». La sobreactuación de los dirigentes socialistas y de Compromís puede calar entre sus votantes más acérrimos, pero dudo que la mayoría de los valencianos, conocedores de los pactos y contradicciones de sus partidos en el Gobierno central, se lo tomen en serio. Y aquellos votantes «woke» del PP que critican el pacto con Vox quizá deberían recordar la imagen de la portavoz de Bildu siendo recibida en la Moncloa. Tal vez así su indignación se les pase.

Los presupuestos de la reconstrucción quizá lleguen algo tarde, pero espero que sean una herramienta eficaz para ese propósito. Conociendo a la consellera de Hacienda, Ruth Merino, es muy probable que ya estuvieran bastante avanzados, por lo que, cuando el presidente Mazón le dijera «¡Vamos!», ella, como los compañeros de Pike en Grupo salvaje, seguramente respondería: «¿Por qué no?»

Quizá estos sean los presupuestos del grupo salvaje, pero en Madrid parece que los pactos se hacen con salvajes.

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